Ángel Carnicero: “El cierre del Seminario es doloroso, es como el corazón de la Diócesis”

Ángel Carnicero, en el set de Atlántico TV.
photo_camera Ángel Carnicero, en el set de Atlántico TV.
“Hay ahora lugares en el mundo que tienen vitalidad vocacional”, señala el rector del Seminario de Tui-Vigo, que cierra

Ángel Carnicero, hasta ahora rector del Seminario Mayor, que cierra sus puertas y traslada su actividad a Santiago, es también delegado pastoral para las vocaciones de la Diócesis de Tui-Vigo.

 

 

Hace un año decía que no estaba en la agenda el cierre, pero llegó. ¿Qué pasó?

Es verdad que no estaba en la agenda. Los obispos españoles fueron convocados en diciembre a una reunión en Roma con el Papa Francisco donde se dieron indicaciones sobre repensar el modo de organizar los centros de formación de seminaristas y proponiendo sobre todo que se implementasen los seminarios interdiocesanos. En este sentido, las tres diócesis gallegas implicadas (Santiago, Ferrol y Tui-Vigo) han hecho bien los deberes.

¿Se queda sin trabajo?

No, aunque no sea rector del seminario de Vigo formaré parte del equipo rector del seminario interdiocesano de Santiago. Hoy no hay ningún sacerdote del que se pueda decir que no tiene trabajo.

¿Es doloroso?

Es doloroso para mí y para todos los diocesanos, porque siempre se dice que el seminario es el corazón de la diócesis. En este edificio de la avenida de Madrid se han formado en los últimos sesenta años las distintas generaciones de sacerdotes. Es un momento agridulce. Triste, porque se cierra, pero también con la ilusión de que este nuevo proyecto sea bueno para todos.

¿Qué le gustaría que se convirtiera el edificio de la avenida de Madrid?, ¿una hospedería?

No me corresponde a mí esa decisión. El seminario seguirá siendo casa de la diócesis, seguirán pasando por allí grupos de catequesis, de Cáritas, la formación de los laicos, los retiros de sacerdotes. Seguirá con mucha vida pastoral, aunque ya no tenga la comunidad del seminario residiendo durante la semana, salvo los fines de semana. Está previsto que una pequeña parte se dedique una residencia para sacerdotes y habrá que seguir estudiando posibles usos.

España, según las encuestas, está a punto de dejar de ser un país con mayoría de creyentes, ¿es reversible?

Cuando hablamos de la experiencia del mundo de las creencias íntimas las estadísticas llegan donde llegan. La pregunta no es tanto el número como la calidad real de los que en esas encuestas se dicen católicos. Es un desafío para los que estamos en el ámbito de reevangelización porque seguimos creyendo que la propuesta de conocer a Jesús y el evangelio son muy enriquecedores. Pero es cierto, los datos son esos sí.

Preocupante, claro.

Sí, pero yo más que ver una preocupación que nos paraliza se puede traducir en un desafío para que intensifiquemos nuestra presencia, nuestro testimonio. Más que una hostilidad de posiciones tiene que ver con un desconocimiento.

Cada vez hay más religiosos de América o África.

Es cierto que hay ahora lugares en el mundo que tienen una vitalidad vocacional muy potente, hace cincuenta años era España y otros países europeos los que alimentaban los países de misión, ahora nos convertimos más bien en receptores. Está bien, es un enriquecimiento.

Le pregunté en otra ocasión sobre el celibato y su impacto en las vocaciones y creía que no tiene ninguno.

Pienso que no. Donde se juegan las vocaciones es en el papel que ocupa Dios en las personas o la sociedad. Antes de poner el celibato como uno de los problemas que explicaría el reducido número de vocaciones lo apuntaría más bien a una falta de experiencia de fe.

¿Como delegado de vocaciones cuál es su papel?

Promover vocaciones en la Iglesia. Es complicado porque si decimos que hay complicaciones en la transmisión de la fe de los abuelos a los nietos más difícil de los padres a los hijos. Buscamos dar a conocer el regalo de la vocación y crear espacios dentro de la Iglesia para que los jóvenes puedan encontrarse con Jesús y su vocación en contacto con otros que ya lo encontraron. Sería crear cultura vocacional.

¿Hay alguna fórmula? 

No existe, si la tuviera la habría aplicado. Lo que hay son algunas convicciones de fondo, el fortalecimiento de la vida de las parroquias, la relación directa de los sacerdotes con los chicos y en general el testimonio cercano de los que hemos descubierto esta vocación, que no tenemos la más mínima intención de imponerla.

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