Fernández Padín, el "arrepentido" condenado a 20 años sin poder trabajar

Padín, en Vigo, en la presentación de su libro.
photo_camera Padín, en Vigo, en la presentación de su libro.
Manuel Fernández Padín reclama al Estado una pensión por el tiempo en que estuvo como testigo protegido

El gallego Manuel Fernández Padín, durante años testigo protegido -como también lo era el otro “arrepentido”, Ricardo Portabales- por su colaboración con la Justicia durante la “operación nécora” contra el narcotráfico, trata de recuperar el tiempo perdido. O al menos conseguir que la Seguridad Social le reconozca una pensión por la cotización de 20 años “cuando expresamente me prohibieron trabajar”.  Padín, que vive en Torrejón de Ardoz, en Madrid con su familia, reconoce que su situación roza el absurdo y ha apelado a la Administración para encontrar una salida, sin éxito hasta el momento. “Me encuentro con el silencio administrativo”, aseguró. Según explica él mismo, realizó a través de su abogado una reclamación a la Seguridad Social para que le reconocieran  lo que le había prometido el fiscal Zaragoza “que iba a cotizar, porque me prohibieron trabajar 20 años”. “Y ahora, silencio”. “El (exjuez) Garzón no quiere hablar, qué raro con lo que le gusta, y el fiscal Zaragoza, me despacha, como si estar 20 años protegido fuera un honor, cuando me dijeron que no volviera a Galicia, porque era peligroso, y ahora se lavan las manos porque lo hicieron mal”, se lamenta.

La situación kafkiana alcanza también al Ministerio del Interior, a cuyo titular hizo una reclamación en su caso de dinero, no de cotización, porque no era su competencia. Recuerda Padín que tuvo que someterse al trasplante de hígado y superar un cáncer colon. La respuesta del gabinete de Marlaska es que los estudiarían hasta febrero de 2023. "Yo con mi ironía gallega, ya les dije si no hay funcionarios para contestar a un ciudadano. Todo es silencio, pero lo que pasa en Galicia no es una ficción".

“Me quitaron los 20 mejores años de mi vida, cómo hago ahora para cotizar para una pensión, con 63 años y con un cáncer de colon y un trasplante de hígado", añade. Y vuelve: "Estas son autoridades del Estado, me citó un día Zaragoza y me dijo que me prohibían trabajar. Me ofrecí incluso a limpiar las furgonetas de los antidisturbios, y me dijeron que no, que era un testigo protegido y no podía trabajar”, y reconoce que llegó un momento en que no sabía ni qué hacer con su vida “porque no hacer nada también aburre”.

De su precaria situación da cuenta que tuvo que hablar con el dueño del piso en que vive cuando el Ministerio del Interior le retiró los 900 que le pagaba. “Le dije, olvídate, y por bastante menos me lo dejó, y agradecido”. Así lleva desde hace 12 años. De repente un día ya no le pagan, "y la cerdada me la hicieron cuando me estaba muriendo de una cirrosis hepática, y en ese año me dejaron con un hijo pequeño, en la calle y mi mujer sin empleo. En la calle sin un duro me dejó el Estado, sin un duro, tenían que estar presos Garzón, Felipe González, Zaragoza y Zapatero, porque me dijeron una cosa y la contraria".

Aunque vive en Madrid, se atreve ahora a pasar por Galicia de vez en cuando, sufriendo las consecuencias de sus antiguos “amigos”. Cuenta que un día se encontró con Melchor Charlín, “que era mi jefe", cuando se dedicaba a hacer de correo de cocaína para el clan arousano. Dice de Charlín que no paraba de beber: "Me vio y me insultó, en la calle de la Iglesia, en Vilanova" y añade que también le quemaron una furgoneta que tenía nueva, de noche. “Claro que pasan cosas en Galicia”, añade. La última un juicio con el comisario León, de Vilagarcía, a propósito de una agresión. Resultado: “quedó en empate por falta de pruebas”. Estuvo ocho meses en la cárcel, y los "charlines" nunca quisieron saber de él. Luego vino su paso al frente. "Pensaron que como estaba en tratamiento psiquiátrico nadie me iba a hacer caso, pero no fue así", recuerda.

Vigilado y con escolta

La historia de Manuel Fernández Padín tiene dos momentos: antes y después de que fuera detenido y enviado a la cárcel por su vinculación con los charlines. Después llegaría su condición de “arrepentido” como testigo protegido, clave para inculpar a los que fueron sus jefes, detenidos durante la Operación Nécora. Fueron veinte años vigilado por la Policía, con sueldo mensual, casa y escolta. Al principio cobraba 50.000 pesetas y luego 999 euros. Según ha contado en varias ocasiones, firmaba un recibo y le daban el dinero en metálico, de fondos reservados, de ahí me descontaban los gastos de agua y luz. “Viví durante siete años en la comisaría de Moratalaz y durante otros siete en la Comisaría de Seguridad Ciudadana, en la Dehesa de la Villa”. Luego se fue a Torrejón, donde sigue.

Un “arrepentido” algo arrepentido por lo que pasó 

Manuel Fernández Padín reconoce que en parte está arrepentido por todo lo que ha pasado. Reconoce que comenzó a contar lo que sabía, del hachís y la cocaína ,"por cabreo y venganza, porque me habían dejado tirado". Entró en el clan de los charlines tras haber estado antes embarcado. Con 24 años tenía un tren de vida muy alto gracias al dinero fácil. Luego llegaría la droga “dura”, como dice él, el LSD, “porque la cocaína no mataba a la gente, tampoco el hachís”, que le habría provocado una psicosis maníaco depresiva de la que todavía se trata. La droga le destrozó la vida. Como a buena parte de sus amigos de Vilanova. “Pero no era lo que traficábamos, era heroína, esa sí que era la droga dura, no la otra".

Te puede interesar