Selección balonmano

El hogar es donde fuiste feliz

Paulina Buforn, Jennifer Gutiérrez, Carmen Campos y Paula Arcos dan el ‘ok’ sentadas en la arena de la playa de O Muíño, justo donde el río Miño se une con el oceáno Atlántico.
photo_camera Paulina Buforn, Jennifer Gutiérrez, Carmen Campos y Paula Arcos dan el ‘ok’ sentadas en la arena de la playa de O Muíño, justo donde el río Miño se une con el oceáno Atlántico.
La selección arrancó en A Guarda su camino hacia los Juegos y las ex del Guardés Paulina Buforn, Jennifer Gutiérrez, Carmen Campos y Paula Arcos vuelven al lugar en el que despegaron

El camino más largo empieza con un solo paso. Y el de la selección española de balonmano comenzó la semana pasada con una concentración en A Guarda. Especial para cualquier amante de este deporte, pero un poco más para Paula Arcos, Paulina Buforn, Carmen Campos y Jennifer Gutiérrez. Donde muere el Miño nacieron cuatro carreras de éxito internacional y ahora se reencuentran con sus calles, con sus playas, con su monte y con su mar. Con el aroma a Guardés que se respira en A Sangriña. Y, como dicen que el hogar está donde uno fue feliz, también se reencuentran con la felicidad.

“Venir aquí marcó un antes y un después en mi vida deportiva y personal”, expresa Paula Arcos. La petrerí fue la última en irse hace dos años después de jugar en el equipo miñoto otros tantos. Llegó con 18 como una gran promesa. Ahora, con 22, juega en uno de los mejores equipos del mundo -el Vipers noruego- y es una de las principales referencias de la selección.  Se fue de A Guarda, pero A Guarda no se fue de ella. “Totalmente”, confirma.

 

 

En la bellísima playa de O Muíño, en plena desembocadura, con Portugal enfrente y el hotel de concentración detrás, las cuatro ríen, comentan y recuerdan. “Vienen a la cabeza vivencias muy bonitas”, dice Carmen Campos. La madrileña también estuvo dos años antes de irse Francia en 2020. Ahora juega en Borussia Dortmund. “Aquí fui muy feliz", expresa con sinceridad. Solo le queda la espina de no haberse despedido en A Sangriña. “Por culpa de la pandemia”, reconoce. “Pero estoy contenta de ver el pabellón renovado. Es como que sigue siendo mi casa, pero más moderna”, destaca.  Y, al igual que sus cuatro compañeras de selección, incide en el trampolín que supuso el Guardés. “Fue pasar de lo amateur al profesionalismo. Entrenar con jugadoras top como Naiara Egozkue y con Prades, que nos exprimía al 100%, hizo que me diera cuenta de que eso era lo que quería perseguir", recuerda.

Sí, el nombre de José Ignacio Prades sale varias veces en la conversación. Entrenó a las cuatro en el Guardés y lo hace ahora en la selección, como segundo de Ambros Martín. Y como mito del club, se quedó a vivir en el pueblo. “Tuve mucha suerte de que me diera protagonismo”, confiesa Arcos, agradecida. Jennifer Gutiérrez recuerda su llamada para fichar por el equipo miñoto, que acababa de ganar la Liga. “Lo cogí con mucha ilusión porque era venir al campeón”, subraya la algecireña, que la próxima temporada jugará en Eslovenia después de pasar por Rumanía y Alemania.  Muchos cambios. Venirse de Andalucía al Baixo Miño también lo fue. “Fue un poco de choque. A lo que más me costó acostumbrarme fue al tiempo”, bromea, mientras sus tres compañeras se parten de risa donde el río se une con el mar.

El caso de Paulina Buforn es algo distinto al de sus compañeras. La ibicenca estuvo tres años en el Guardés antes de dar el salto al extranjero. Pero la experiencia en el Fleury francés no fue buena y regresó para fichar por el eterno rival, el Porriño. “Pero eso no tiene nada que ver”, matiza, mientras destaca su “cariño” por el pueblo y el club. “Fue una etapa de muchísimo crecimiento personal y deportivo. Son los años en los que me adentré al alto rendimiento. El club y Prades eran muy exigentes con eso. Me sirvió para crecer y para mejorar”, sostiene. 

El consenso sobre el trampolín que supuso O Baixo Miño en sus carreras es absoluto. Y el de la felicidad vivida en A Guarda, cada una con sus matices, también.  Pero más allá de la inigualable belleza del lugar o de los éxitos deportivos, lo que quedan son las personas. Compañeras, técnicos, gente del club. Y la afición, claro. “Poder jugar siempre con la grada llena y con semejante ruido es algo que nunca se me va a olvidar”, subrayas Jenni, que recuerda cómo muchos aficionados guardeses fueron a Porriño hace unos meses para ver a la selección. “Nos trajeron muy buenos recuerdos”, coinciden todas.  Arcos va más allá: “Lloré mucho cuando me tuve que despedir de esta afición. Es la mejor de España".

Por desgracia para ellas, España no jugará amistoso en esta preparación guardesa. Otro motivo para regresar. “¡Por una mariscada, lo que haga falta!”, coinciden las cuatro, sentadas en la arena, mientras ven cómo el Miño se une con el Atlántico. En casa. Porque allí donde fuiste feliz es donde está tu hogar.

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