En la nueva casa Celta, con Marián Mouriño al frente, la premisa es evitar polémicas que enturbien el ambiente. Tanto en el ámbito social, con el acercamiento al Concello de Vigo o las medidas acordadas con los aficionados, como en lo deportivo. Pero este último punto se complica, de forma habitual, durante los mercados y, más concretamente, en las pretemporadas. Y más si, como le sucede al conjunto vigués, tiene que afrontarla con demasiados futbolistas con los que no quiere o no puede contar.
Ayer mismo, Denis Suárez se personó en el campus que realiza su fundación en su localidad natal, Salceda de Caselas, y que este año forma parte de los de la Fundación Celta. Una muestra perfecta de reconciliación entre el club y el canterano, que hace dos veranos vivió una pretemporada más que complicada al estar enfrentado con el entonces presidente, Carlos Mouriño. Aquello no ayudó al Celta, que tuvo un coste elevado en imagen.
La última pretemporada, ya con Marián al mando pero sin haber podido adoptar todas sus medidas, tuvo el problema de la presencia de Santi Mina. El vigués, condenado por abuso sexual, trabajó en la ciudad deportiva de Mos durante 20 días hasta que en Príncipe se decidieron a rescindir su contrato de foma unilateral. Era un tema antiguo que ya había amenazado la feliz concurrencia un año antes en la última pretemporada bajo el mando de Eduardo Coudet, marcada también por un viaje a México y Estados Unidos que resultó un desastre como planificación deportiva.
Ahora, el club espera que no surjan grandes polémicas. Pero tiene el problema de la sobredimensión de la plantilla. Que, entre otras cosas, puede impedir que Claudio Giráldez pueda tirar de más futbolistas de la cantera para realizar la pretemporada. El caso Denis dejó una enseñanza; cuestión aparte es que se pueda aplicar siempre.
