Celta - Las Palmas

Goleada del Celta hacia la salvación

Aspas celebra con euforia su segundo gol ayer en Balaídos, junto a Douvikas, otro de los goleadores ante Las Palmas.
photo_camera Aspas celebra con euforia su segundo gol ayer en Balaídos, junto a Douvikas, otro de los goleadores ante Las Palmas.
Los celestes remontan y golean a Las Palmas (4-1) en Balaídos en el mejor partido de la era Giráldez. Aspas, héroe del partido con dos goles y dos asistencias

El Celta, que comenzó perdido, se encontró. No discutió el balón con la Unión Deportiva Las Palmas y se centró en explotar los espacios. Siempre mirando hacia arriba. Es la segunda victoria de Claudio Giráldez como técnico del primer equipo, con otras tantas remontadas. Nada está hecho, pero todo está por hacer. Y el descenso se queda seis puntos por detrás.

El fútbol nunca se doma. Amaga con dejarse domar. Miente más que juega. Se sabe salvaje pero se adapta a las convenciones cuando quiere. Es capaz de parecer modosito en las pizarras, de ser ordenado en el campo, de responder fielmente a las preguntas que se le hacen. Todo mentira. Cuando le apetece, tira por el suelo todas las teorías y las pisotea con saña, con violencia. En un arrebato de salvajismo. Su naturaleza.

Nadie duda de la capacidad táctica de todos los entrenadores de Primera, de su afán por convencer al corcel de que se deje hacer. Incluso de los que respetan su libertad, de esos ecologistas del juego que buscan disfrutar del fútbol y no sólo aprovecharse de él. Como Claudio Giráldez y Francisco Javier García Pimienta. La cuestión es que el segundo acertó mucho más de lo que se equivocó en su planteamiento y en su ejecución de salida, ganando la partida táctica a un Celta perdido. No funcionó el posicionamiento alto defensivo un tanto contemplativo. Porque Las Palmas siempre se encontró. Y los canarios destaparon su genial capacidad colectiva para el juego combinativo, imaginando rondos en todas las partes del campo. Su único pecado fue no acercarse más a Guaita, tal vez porque no le hizo falta para marcar. Un saque de esquina con cabezazo de Herzog y errático amago del meta celeste bastó. Una sencillez que funcionó a los 10 minutos y estuvo a punto de repetirse a los 20.

Por entonces, el partido era lo que Las Palmas quería. Y lo cierto es que lo que quiere es más que atractivo. Cuando no lo sufres. Tenían los isleños el partido domado. Y hasta parecía que el fútbol también. El Celta apenas había aparecido en un par de cambios de juego hacia Carles Pérez. Pero Mika Mármol decidió que se aburría y enervó a Aspas y a Balaídos en un simple saque de puerta. Y el fútbol se asalvajó. Larsen, encomiable en su esfuerzo de tirar desmarques, avisó. Faltaba el factor Aspas. El moañés empezó a aparecer entre líneas y fue capaz de llegar al área. De ser el padre y la madre, rodeado de una familia bienavenida.Marcó tras una buen pase de Carles y dos minutos después encontró el desmarque de Swedberg para remontar. El sueco fue la gran novedad del once en su primera titularidad liguera. Piernas ágiles para cabalgar los metros a la espalda de la defensa rival. 

Porque Claudio, por una vez, no iba a discutir la posesión. Entendió que Las Palmas tiene esa batalla ganada esta temporada y que tal vez era absurdo perder toda la energía en un pulso por el balón. Convenía más aprovechar los espacios que, de forma consciente, deja Las Palmas. Y confiar en ganar, ese sí, el duelo de la contundencia ofensiva. Claro que el plan habría sido papel mojado sin esa reacción espídica, ese salvajismo futbolístico.

Como es norma, los goles dieron confianza y devolvieron el partido a donde tendría que haber estado de inicio para el Celta. Se recordó el plan y, pese a no tener balón, se empezó a hacer daño por doquier. La segunda parte heredó de la recta final de la primera ese dominio del partido sin dominar la posesión. Mingueza, Beltrán y Jailson pudieron marcar y el equipo funcionaba tan bien que los primeros cambios se dieron en la Unión Deportiva.

Al igual que en la primera parte los visitantes tenían el mando, el Celta lo tenía en la segunda. Pero el peligro de que el fútbol cometiese otra locura existía porque la renta era mínima. Había que ampliarla y para hacerlo el conjunto celeste tiró de Douvikas -por un Larsen trabajador pero enfadado con el mundo- y de Bamba. Ambos se beneficiaron de la enorme brillantez de Aspas y de la clarividencia en el pase de Mingueza. Porque esos espacios seguían existiendo a la espera de un explorador avezado y lo fue el griego. Es un lujo para cualquiera jugar al lado de Aspas. Pero hay que saber aprovecharlo. Douvikas lo hizo y entre él, el moañés y la defensa adelantada de Las Palmas fraguaron los dos goles que mataron el partido. El primero, regalo de Aspas a Douvikas; el segundo, a la inversa.

Faltaba más de un cuarto de hora pero el rival no iba a mejorar todo lo romo que había estado hasta entonces. Balaídos vivió un plácido final en la cuarta victoria del curso en casa, la primera por más de un gol y con casi la mitad de dianas que en todos los duelos sobre el Lagares previos (4 por los 9 de autoría propia previos).

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