Matamá acogió San Amaro, primera romería del año en Vigo, ya sin restricciones

Fieles pasando pañuelos por la imagen
photo_camera Fieles pasando pañuelos por la imagen
La cita recuperó la afluencia de tiempos prepandemia para rezarle al santo del reuma

San Amaro (San Mauro, en gallego), el santo peregrino, y abogado de los enfermos del reuma y de cualquier otra dolencia relacionada con los huesos, es en Vigo el protagonista de la primera romería del año, que ayer, domingo, reunió a numerosos fieles en Matamá. Fue una edición cargada de emoción, ya que, además, se recuperó la normalidad tras la pandemia, lo que permitió ver de nuevo los puestos de rosquillas, el bar de la comisión y, sobre todo, muchos romeros, tantos como en época precovid. “Xa ven xente. Mírase moito movemento”, decía horas antes de iniciarse la misa solemne, y sin ocultar su emoción, Joaquín García, encargado del mantenimiento de la pequeña ermita, que data del siglo XVIII o XIX, aunque, matiza, “la devoción por San Amaro es mucho más antigua”.

 

 

La tradición dice que los ofrecidos deben dar, alrededor de este pequeño templo, al menos, tres vueltas y, si son más, hacerlo en número impar. Lo realizan portando exvotos, ya sean de cera o de madera; los de este último material, piernas y brazos que se acumulan en un arcón y que pueden ser tomados libremente por los fieles, para, después de cumplida la promesa, volver a ser depositados en su sitio. 

El pasado año, este flujo de gente estuvo regulado por vallas metálicas, para evitar contagios. “A xente volve vir con normalidade”, explicaba Joaquín García, quien lleva más de 30 años dedicado al cuidado de la capilla, una labor que comparte con otros vecinos de la parroquia.

Pero no solo de Matamá llegan a esta fiesta. Ayer regresaron los fieles de parroquias próximas, del centro de la ciudad e, incluso, de concellos limítrofes, para cumplir con una costumbre en la que no solo se pide por uno mismo, sino también por amigos y personas cercanas. “Tiven un accidente que me afectou unha perna e ofreceume o meu amigo. Agora veño todos os anos”, señalaba José Antonio da Vila, un vecino de Redondela que estaba acompañado por Víctor Crespo, de Beade. “Eu pido para a miña neta, para a muller e por min e pronto, a medida que cumprimos anos, por todo o mundo”, bromeaba este último.

Devotos de todas las edades, desde niños a jubilados, participaron en esta cita religiosa y festiva. Entre los veteranos estaba Carmen García, de Matamá, quien ayer cumplió 95 años. “Nacín no día de San Amaro e nunca faltei. Agora teño que facer a romaría co andador para poder levar as pernas”, comentaba, llena de buen humor.

La imagen del santo, portada por dos hombres y dos mujeres y seguida de una charanga, fue llevada sobre las 12 de la mañana hasta la iglesia parroquial de San Pedro, a escasos 50 metros de distancia, para la celebración de la misa solenme cantada en un templo abarrotado de feligreses. Después, regresó de nuevo hasta su capilla, donde quedó depositada.

La vuelta a la normalidad permitió también la celebración de la Festa do Cocido, un evento que se había estrenado en 2020, justo antes de la pandemia. “Aquí era costumbre tomar este plato en familia el día de San Amaro. Este regreso está siendo muy bueno, ya que hemos vendido casi todos los tikets”, comentó Cristian González, presidente de la comisión de fiestas. Este encuentro gastronómico, celebrado bajo carpa en el ‘torreiro de festas’, recibió la visita del alcalde de Vigo, Abel Caballero, y contó con la presencia de la delegada de la Xunta, Marta Fernández-Tapias, y de miembros del PP.

Tras una mañana de sol y buen tiempo, la pregunta inevitable es: ¿funciona San Amaro? “Hai xente que sandou despois de ofrecerse e deixa aquí como ofrenda os seus aparatos ortopédicos. Hai que ter fe. A algún sempre lle toca”, concluía Joaquín García.

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