Fabián, Juan y Miguel, los tres futuros sacerdotes de la Diócesis

Los tres seminaristas, ayer.
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Son los seminaristas que cursan estudios superiores en Vigo para convertirse en los futuros sacerdotes de la diócesis

El Día del Seminario tendrá lugar este domingo, coincidiendo con la festividad de San Xosé. En esta ocasión, lleva por lema “Levántate e ponte en camiño” y tiene como objetivo aproximar la realidad de los seminaristas. En Vigo, cursan el ciclo superior de los estudios eclesiásticos tres alumnos: Fabián del Amparo Temporão, que estudia sexto; Miguel Ángel Fernandes, en quinto y Juan González Días, que en septiembre entró en el Seminario Mayor.

 

 

Natural de San Vicente de Trasmañó, González ingresó en el centro de la Avenida de Madrid, tras graduarse en Magisterio. Dar el paso supuso para él asumir una responsabilidad muy grande: “Ser sacerdote es ser la imagen de Cristo, ejercer de mediador entre Dios y los hombres y requiere mucho esfuerzo, pero merece la pena, no hay que tener miedo”.

En el Seminario encontró formación en distintos ámbitos del conocimiento, “nos ayuda a poder discernir si realmente queremos servir como sacerdotes y en estos meses tengo más claro que quiero dedicarme a esto”. Desde su experiencia anima a todos los que tengan dudas, “ser seminarista no implica nada, es una etapa de formación y de orientación”.

De la misma opinión es su compañero Miguel Ángel, venezolano de 45 años, que cursa quinto de estudios eclesiásticos. “Es normal que entre el miedo, preguntarse si se es capaz o no, pero al final siempre se saldrá a caminar por el discernimiento; hay que confiar en Dios y en nosotros mismos, tenemos que dejarnos hacer por Él, por su lógica, que nada tiene que ver con la nuestra”. Para el seminarista, el sacerdocio “es un don, un regalo”.

En su caso, entró para dar respuesta a lo que afirma, sentía en su corazón: “Buscaba la felicidad, que en realidad era un sueño, desde que estoy en el Seminario solo se reafirmó y creció en contenidos, antes era un objetivo abstracto, hoy tiene rostro concreto, el de Cristo; ser sacerdote es la gran razón de mi vida”.

Alegría, ilusión y esperanza. Así dice asumir su formación. “Es un regalo que Dios te hace y que te aporta fuerza, ser cura no se limita a hacer cosas, es una transformación profunda, un modo de ser que se identifica con Cristo, como en los sacramentos, significa estar al servicio de todos”. Reconoce que en la sociedad actual, la religión no ocupa un lugar principal, “está muy apegada a la tecnología, a la prontitud y al consumismo ligado con las redes sociales y eso se refleja en el modo en que vive la fe; la gente busca ser feliz, pero fija sus ojos en lo material”.

El más veterano, Fabián del Amparo, estudia el sexto, será su último año en el Seminario. “Asumo este periodo como un reto, es una oportunidad para darme cuenta de la etapa de cambio en la que estamos; en esta etapa descubrimos la realidad de la vocación y los talentos que Dios quiere potenciar al máximo”.

Considera que en el mundo actual “la fe es cada vez más pobre, las personas se sienten poco libres para hablar de ella y para seguir a Jesús, viven presionados por los demás”. Anima a quien sienta la llamada. “La respuesta la encontramos en la oración, debemos preguntarnos por qué no intentar dar el paso, hay que escuchar al corazón; debemos saber que hagamos lo que hagamos, Jesús y Dios estarán felices con nuestra decisión porque siempre quiere lo mejor para nosotros”. 

El día a día de un seminarista comienza para el rezo de los laudes, continúa la eucaristía y la oración; después del desayuno, clases de 9 a 14 horas, comen y rezan el rosario para estudiar de tarde. Acaba la jornada con oración y cena. El plan de estudios recoge seis cursos académicos: un primer ciclo de dos años, dedicados a las materias filosóficas y las ciencias humanas como la psicología, la antropología, la filosofía o la sociología; en el segundo ciclo, cuatro años, está centrado en la teología.

El rector del Seminario, Ángel Carnicero afirmó en declaraciones a Atlántico que esto “no es un internado, es formar parte de una comunidad que se convierte en una familia”.

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