“Quedó una tarde de perros”, afirmó el párroco de La Soledad, Alberto Cuevas, ayer momentos antes de dar la bendición de San Antón a las mascotas. Hizo así una doble alusión, a la mayoritaria presencia de canes que se impuso a dos gatos y una cobaya y al mal tiempo que no impidió que los fieles acudiesen a la cita para buscar la protección a sus peludos. “Me suenan muchas caras de personas y algunos de sus animales”, indicó monseñor, que animó a los feligreses a “dejarse cuidar”, ya que a través de sus mascotas “pueden descubrir lo que significa el cariño”.
En una ceremonia más breve de lo habitual ante la amenaza de lluvia, bendijo a los animales “que significa ponerlos bajo la mirada de Dios para que mire por ellos”. El ritual ya se ha convertido en una cita obligatoria en el atrio de la iglesia cada 17 de enero. En él coinciden perros de distintas razas y condiciones, que ayer eran los más escandalosos; gatos que se acurrucaban sin dejarse ver demasiado y una cobaya, que puso el toque exótico a la concentración.
Cuevas hizo una rápida intervención, que fue seguida por numerosos medios de comunicación por lo singular de la convocatoria. En ella hizo repaso de cómo los animales fueron integrados en el vínculo de la humanidad con Dios que se inició tras el diluvio y la convivencia en el arca de Noe. Así, recordó el gran pez de Jonás o los cuervos del profeta Elías.
El egipcio San Antón, que nació en el siglo III d C, fue declarado protector de las mascotas, de pastoreo y de granja. A San Francisco se le ofrecen todos los animales (domésticos o salvajes), pero también los veterinarios y los ecologistas, mientras San Roque vela por los perros y Santa Gertrudis de Nivelles es considerada la patrona de los gatos.
