Un instante todo lo cambia. Un chispazo, un parpadeo, un chasquido de dedos. Lo padeció ayer el Coruxo tras ir ganando 1-0 casi todo el duelo. Por partida doble, además. Porque la fugacidad se multiplicó por dos en un descuento de cuatro minutos que fue una eternidad para los de verde. Para el Fabril, en cambio, fue una escalera al cielo. Un salto de seguir penando por mantener la categoría a dar un paso de gigante para salvarse con esta victoria. Así de igualada es la Segunda Federación, que despoja de tan ingrata manera al cuadro vigués de casi todas las opciones de entrar en el play-off.
Que ambos equipos querían la pelota lo dejaron claro desde el primer momento. Ni un pelotazo. Los dos trataban de progresar con el pase, los dos trataban de apretar alto para anular al rival. Esta tesitura propició que el partido se jugase en apenas 30 o 40 metros por lo cortos que estaban los equipos. La pega era que la superpoblación del centro del campo derivó en una notable sequía en las áreas. Apenas se registraban aproximaciones en unos compases iniciales de enorme disputa. Los planes ofensivos pasaban por la pelota y los defensivos, por anular a las referencias. El conjunto verde tejió su telaraña sobre Jairo Noriega, mientras que el filial deportivista buscó anular por todos los medios a Mateo, titular en el sector derecho del sancionado Añón.
Hasta que todo saltó por los aires. El equipo coruñés sufrió un gol anulado, tras una falta directa de Nájera contra el larguero. Prácticamente en el siguiente acto, la escuadra local se adelantó. Mario García sacó ventaja a la desventaja de jugar de lateral izquierdo siendo diestro. El canterano del Celta recibió al pie en el pico del área, recortó para dentro y soltó el misil. Ríos, que venía de hacer una parada sensacional poco antes, no pudo hacer nada para repeler el latigazo. La levedad de los instantes favorecía a los de David de Dios. Luego se vengaría.
Antes del fatal desenlace, el partido tomó un guion más definido en la segunda parte. La necesidad empujaba al Fabril a dominar con balón. Más todavía cuando Mateo salió del campo pasada la hora de juego tras un nuevo clínic de fútbol.
El caso es que el Coruxo no aprovechó las situaciones que tuvo -Lache le quitó sobre la línea un remate a Johan- y optó por guardar lo que tenía sin buscar más. Durante muchos minutos, la receta funcionó. La pelota no le corría al filial del Deportivo pese a la calidad de sus futbolistas y la anulación de Jairo tenía mucho que ver en ello. Algún tiro lejano, un cabezazo arriba de Jorge Martínez y poco más. Pero hasta el rabo todo es toro. Los pupilos de Óscar Gilsanz no dejaron de intentarlo, incluso más allá del tiempo reglamentario. Y tuvieron premio. Primero, un saque de esquina que Alfaro acabó metiendo dentro tras varios rebotes. Luego, en la última del encuentro, una falta lateral muy llovida que Alberto Domínguez blocó con tranquilidad. O eso parecía. El compostelano se quedó sin campo, la pelota cayó de sus manos y Jorge se la dio a Mati Castillo para que empujase. Fue un descuento de pesadilla. O una pesadilla con descuento.
