En Vigo hay más lista de espera para adoptar gatos que perros

Muchos gatos compartiendo la hora de la comida en Proyecto Gato.
photo_camera Muchos gatos compartiendo la hora de la comida en Proyecto Gato.
Protectoras y casas de acogida advierten de la proliferación de estos felinos debido a la poca responsabilidad en su castración y a su falta de cuidados: "Existe la falsa creencia de que son más pasotas y se crían solos"

Una séptima vida para los felinos. Las protectoras y casas de acogida de la ciudad proporcionan a estos animales un cobijo y una nueva oportunidad. Y es que existen en Vigo más gatos que perros en adopción, aunque incluso para los propios refugios le es casi imposible contar los gatos que tienen disponibles. El dato reside en la dificultad que conlleva la crianza y los cuidados de un gato en comparación con los canes, algo menos atractivo para el usuario, así como la todavía tendencia de los vigueses a preferir un perro que un felino en sus hogares. También en el poco control que existe en su esterilización, sobre todo en el ámbito rural, que hace que la especie prolifere mucho más.

 

 

Pero eso no va relacionado con el nivel de las adopciones. De hecho, desde protectoras admitieron que están recibiendo en los últimos años más llamadas preguntando por información sobre cómo hacerse cargo de un animal, sean perros o gatos. Desde Proyecto Gato, Fátima Lago aseguró que es un proceso bastante largo y exhaustivo, todo por el bien del animal: “Primero tenemos una entrevista telefónica con los interesados. Luego, rellenan un cuestionario y para finalizar tenemos una entrevista personal, donde dependiendo de que tipo de casa que sea, llevamos a algunos gatos para ver su reacción”. El felino elige su familia, según su personalidad. En el refugio, en Gondomar, cuentan con más de 200 gatos, aunque asegura Lago que “no sería posible sin las casas de acogida” ante el volumen existente: “Falta mucha responsabilidad, porque se siguen abandonando animales y no se está castrando”. Sin embargo, en el núcleo urbano “hay más concienciación”, pero en el rural “siguen enterrándose camadas de gatos recién nacidos, eso indica que todavía estamos muy lejos”. 

 

 

Una dificultad que entiende Lago para que los gatos sean adoptados, y es que la sociedad viguesa sigue prefiriendo al perro como animal de compañía: “Los tienen (a los gatos) como la clase B de las mascotas, porque cuidar de un gato es más complicado, tienen más enfermedades y se sigue teniendo la creencia de que son más pasotas y se crían solos”. 

Hogares que pueden ser permanentes para los felinos o temporales. En el caso de Sandra Amoedo, el felino reside allí hasta su fallecimiento. “La mayoría tienen patologías renales y están muy enfermos”, apuntó Amoedo, que convive con cuatro gatos “muy cariñosos, salvo cuando hay comida de por medio”. Comenzó a colaborar con protectoras y comprobó que varios de ellos, de salud débil, sufrían en el refugio, llevándolos a su casa. “Suerte que no vivo sola y tienen cuidados todo el rato”, señaló. Un vínculo que se creó y unas normas de convivencia que no se rompen nunca: “Por la tarde los canso y no les dejo dormir siesta para que estén agotados por la noche y me dejen dormir, aunque alguno a veces está más nervioso”. Recibe la colaboración económica de la protectora para las revisiones en el veterinario y algún alimento especial, lo demás sale de su bolsillo.

Sofía Martínez, por su parte, acoge felinos de forma temporal “para los más jóvenes, sin embargo los mayores ya se quedan conmigo para siempre”. Por tanto, el número de gatos que tiene en casa varía dependiendo de la fecha. Su pasión empezó como Sandra, una amante de los animales que empieza colaborando con una protectora en su tiempo libre y “poco a poco vas cogiendo más responsabilidades hasta que te encariñas tanto que al final acabas siendo casa de acogida”. Una marcha es como ver partir un hijo, con pena pero también con la satisfacción de que “en ese hogar va a estar bien, entonces me quedo tranquila”. 

Pero el camino recorrido no es de color de rosas. Hay encontronazos entre los susodichos, sobre todo con los nuevos inquilinos: “Alguno es muy traste. Una gata me tenía el brazo reventado, no se dejaba acariciar en un primer momento y se escondía en la cama. Pero con educación se volvió más mimosa”. Si hay pelea, los infractores se van castigados al rincón de pensar. “Los dejo separados por un tiempo, aunque no me gusta meterme mucho porque hay que dejar que se entiendan”, señaló Martínez. 

Incentivo "preocupante"

Tanto Amoedo como Martínez aseguraron que las nuevas subvenciones de 150 euros aprobadas por la Xunta para adopciones de mascotas no ayudarán a mejorar la vida de los gatos y los perros. “Es una iniciativa peligrosa que me preocupa bastante porque puede ser que sea una trampa, como sucedió en pandemia”. Algunos usuarios adoptaron un perro para poder salir de sus hogares y luego “los abandonaron, por eso pienso que la adopción tiene que ser de manera voluntaria y que incentivarla con dinero es gravemente perjudicial para los animales”, señaló Amoedo.

Martínez va más allá. Asegura que si el dueño no conoce el valor de los costes que conlleva tener un animal en casa, al primer contratiempo sanitario puede llegar a abandonarlo: “En la protectora alguno se queja de que le cobremos 100 euros por esterilizarlo y desparasitarlo, cuando en los veterinarios eso puede llegar a los 300 euros”. Una medida que, para incentivar la adopción, “no creo que sea la más adecuada, porque un gato es un gasto constante".

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