Un tótem, los 300.000 vigueses. ¿Los hay? Sí, desde hace unos 20 años, como se puede demostrar con el censo que realiza el Sergas con las tarjetas sanitarias domiciliadas en la ciudad, donde aparecen unas 20.000 personas cuya residencia real no coincide con la oficial. Así que sí, Vigo tiene 300.000 habitantes. Otra cosa es que el INE los vaya a reconocer y me temo que no va a ser así. A día de hoy, la diferencia entre las cifras del instituto oficial estadístico y las que elabora el Concello se mueve en unos 5.000. ¿Por qué? Porque el INE estima que hay miles de personas, en su mayoría extranjeras, cuya estancia en Vigo no está suficientemente acreditada. Es posible que todavía vivan en el municipio, pero para el INE no hay constancia y si no la hay, se borran. Eso ocurre en todos los grandes ayuntamientos, pero en Vigo se trata de una distorsión que se arrastra desde hace casi 30 años, cuando la última renovación completa del padrón, realizada desde cero. En todo caso, el consistorio estima que ya hay 300.000 vecinos y así los ha enviado al INE, que meterá tijera.
Llegar a los 300.000 oficiales supondría varias cosas. En primer lugar, convertirse en el primer ayuntamiento gallego que lo logra, con la seguridad de que ninguno más lo hará este siglo, tampoco Coruña, por una cuestión de tamaño del municipio, salvo que se fusione con Arteixo. En segundo, una cuestión política, aumentar la corporación, que pasaría de 27 a 29 concejales. Y por último, y más importante, abrir las puertas a que Vigo despegue otra vez. Comenzó el siglo con 292.000 vecinos y apenas ha incrementado sus registros. Madrid en este período añadió 300.000. Alicante, 50.000, como Málaga, y Palma, unos 100.000. Todas ciudades al alza. De los vigueses dependerá hacer real lo que dijo Le Corbussier de Nueva York, esa ciudad que le parecía tan prodigiosa que la veía capaz de reconstruirse desde cero y ser aún mayor.
