Opinión

Oregui y Aragonès emplazan a Sánchez

Tienen razón, toda la razón, respectivamente, el president de la Generalitat Père Aragonès y el ex etarra y dirigente de Bildu Arnaldo Otegui, cuando emplazan al doctor Pedro Sánchez a atenderlos, porque los antecedentes les son favorables y la estadística lo confirma. Aragonès le espeta al secretario general del PSOE que, del mismo modo que hace unos meses decía que la amnistía era imposible por no ser constitucional, y lo fue; la misma suerte debe esperar al referéndum de independencia, a poco que se espere. Pero todavía es mejor lo que dice Otegui: ¿Por qué no va a ser posible un pacto BILDU-PSOE? Ambos con partidos de progreso y ya han pactado en Navarra y Madrid, como subraya a favor de Bildu. ¿Por qué en un sitio sí en otro no? Impecable pregunta y argumento.
En la historia de España nunca ha habido un político que de modo repetido, permanente, enfático, rotundo y expansivo haya dicho que sus acciones estaban fundamentadas en sus principios, guía inspiradora de su compromiso con decir la verdad siempre y cumplir su palabra. O sea, en la ética. Así que sus dos personajes de la familia de sus socios tienen sobrados argumentos para emplazarlo. En el famoso libro de Richard B. Brant “Teoría de la Ética”, su autor escribe: “Poseer una convicción u opinión ética es poseer una actitud”; es decir, unos “principios”, como tan repetidamente ha demostrado Pedro Sánchez. De ahí que las actitudes “éticas” provoquen emociones en el entorno, como demuestra el elevado nivel de admiración que suscita el presidente Sánchez entre sus seguidores. Y, por lo tanto, todo lo que haga está bien, aunque antes de ayer dijera lo contrario.  Y como dice Aristóteles “No hacemos el bien porque somos bueno, sino que somos buenos porque hacemos el bien”. Es tal la seguridad, según B. Brant, que los personajes prototípicos como Sánchez se arriesgan a los efectos de sus decisiones personales, mediante el cálculo precio y tasado de que les irá bien.
Cuando Otegui se dirige a Sánchez con esa familiar camaradería o cuando Aragonês lo emplaza a seguir la hoja de ruta que el independentismo catalán le impone, a precio convenido de poner los votos que le permitan seguir en la Moncloa, ambos gestos, contienen una elevada dosis de confianza en que, de uno u otro modo, no serán defraudados. Porque saben que, si bien a corto plazo, no será posible parcial o plenamente lograr sus objetivos, están en el buen camino. Otegui es más brutal pero más sincero; Aragonès, más refinado. El ex etarra tiene en su agenda la liberación de sus camaradas presos en las cárceles vascas poco a poco, y el president de la Generalitat, invocando el artículo 92 de la Constitución (nada menos) que un referéndum “consultivo”. Tiene gracia. Todos los referendos lo son, sino para qué. Pero en este caso está bien planteado: se pregunta a los vecinos de Cataluña si quieren separarse de España y sea cual fuere el resultado se aplica. Si fuera o fuese favorable a la independencia, sobre esa base se construye el paso siguiente; y, cado de no ser pleno, da lo mismo, porque con los votos logrados se presiona al Estado que debe reconocer el valor de una parte destacada de la población y aceptar otros pasos.
En lo que ambos coinciden es que hay que aprovechar la coyuntura para crear un nuevo marco de las relaciones de Cataluña y el País Vasco con el Estado, en la agenda de convertirse en naciones independientes en todos los sentidos. Y ya se toman previsiones muy en serio como el modo en que el Estado debería transferir sus bienes en Cataluña, empezando por la odiada comisaria de Villa Layetana, símbolo de la opresión sufrida. Atención al dato. En cualquier caso, Sánchez está atrapado por sus socios. En el proceso que vivimos tiene una enorme importancia el lenguaje. Y se le da la vuelta como conviene. Y en eso surge el concepto de lo deseable, especialmente vigente en el caso de Cataluña. Sánchez dice que gracias a él, aquella comunidad ya se halla instalada en la normalidad dentro de la Constitución y no como en tiempos de Rajoy. Y en cuanto a Bildu, aunque no condene a ETA, es un socio de fiar, un partido plenamente democrático, con el que se puede pactar, como ya se ha hecho y Otegui le recuerda.

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