Ruso refugiado en Vigo por su orientación sexual: "Me cuesta adaptarme a la ausencia de peligro"

Vladimir Kosarevskiy, ayer junto a representantes de Amnistía Internacional y Nós Mesmas.
photo_camera Vladimir Kosarevskiy, ayer junto a representantes de Amnistía Internacional y Nós Mesmas.
Chris Adá (Guinea Ecuatorial) y Vladimir Kosarevskiy (Rusia) huyeron de sus respectivos países por su orientación sexual

El mes del Orgullo LGTBI continúa con sus actividades y ayer vivió una muy especial en los Multicines Norte. Y es que la historia de dos refugiados, Chris Adá de Guinea Ecuatorial (actualmente en Barcelona), y Vladimir Kosarevskiy (residente en Vigo) es digna de ser escuchada. Ambos huyeron de sus respectivos países por su orientación sexual, por la inseguridad de ser homosexual y por alzar la voz contra diferentes injusticias vividas. Especialmente Kosarevskiy, que se fue de Moscú hace año y medio y recaló en Vigo solicitando la protección internacional como refugiado. 

Director de una biblioteca, vio como la degradación en el trato hacia los homosexuales comenzó en 2013 con una ley propagandística en menores y un bombardeo masivo en medios de comunicación y televisiones de su peligrosidad. “El poder hizo muchísimo para aumentar el nivel de homofobia en la sociedad rusa, todo con la ayuda de la iglesia”, apuntó Kosarevskiy, de 40 años. Tras la guerra, fueron las cabezas de turco para desviar la atención y canalizar el descontento de los rusos, y Vladimir intentó defender la literatura del colectivo: “Mandaron eliminar libros,  empecé a esconderlos, pero sospechaban de mí y me amenazaron con enviarme a reconstruir la biblioteca de Mariupol” (ciudad ucraniana arrasada por la guerra). 

 

 

Conocedor de sus peligros, y tras ser detenido “por salir de un club gay y dirigirme a casa, donde me acusaron de dedicarme a la prostitución”, decidió abandonar el país al no ser seguro para él. Ahora, con tristeza, asume que la situación “ha empeorado muchísimo” y que existen varias normas para juzgar a los homosexuales como terroristas: “Solo por llegar un símbolo arcoíris o pertenecer a una organización LGTBI te pueden juzgar por terrorismo y meterte diez años en la cárcel”. 

Pese a que cuenta con permiso de trabajo obtenido recientemente, asegura que todavía no está al 100% adaptado en Vigo pese a llevar año y medio. Uno de los motivos es ese cambio brusco que sintió en su vida al entrar en una sociedad totalmente diferente: “Me cuesta adaptarme a la ausencia del peligro, a esa adrenalina, aquí está todo muy relejado e incluso cuando estoy haciendo deporte por el parque y me cruzo con un grupo de jóvenes de gran envergadura me pongo tenso, porque no sabes lo que te puede pasar”. 

Kosarevskiy no pretende volver a su país. La seguridad que le proporciona Vigo es “muy buena, se vive muy bien aquí”. Todo lo contrario que la propaganda existente en Rusia, donde “decían que Europa era un caos, que no existía el concepto de familia, pero veo que es todo lo contrario”. Aunque su cabeza, de vez en cuando, viaja a su país natal: “Últimamente tengo pesadillas muy horrorosas con que vuelvo a Rusia y no quiero que eso se convierta en realidad”. 

Chris Adá, en un viaje en tren en España.
Chris Adá, en un viaje en tren en España.

"Allí es una lucha constante"

Chris Adá vivió ciertos paralelismos pese a los miles de kilómetros de distancia con Vladimir. En su caso, con 26 años empezó a ser una referencia en el colectivo LGTBI de Guinea Ecuatorial a raíz de la literatura, algo que no gustó nada al gobierno de su país: “Se vivió una corriente donde se pudo decir abiertamente su sexualidad, yo fui uno de ellos”. Al hacerse una cara visible provocó que “me detuviesen dos veces. En una de ellas yo salía de visitar a un amigo y me pararon unos militares camuflados que me preguntaron ¿tú eres quien escribe libros de maricones?. Les dije que sí y me llevaron a la cárcel”. 

Controlado por el ministerio de Seguridad de su país, aprovechó una colaboración entre la Casa de África y la Real Academia Española para huir de Guinea Ecuatorial y conseguir un visado de dos meses en Barcelona. Una vez finalizado, solicitó la protección internacional “porque yo no puedo volver a mi país”. Sin embargo, considera que si se logran avances en la tolerancia contra la homofobia “podría seguir trabajando en la reivindicación desde el colectivo”, aunque su visión a corto plazo es poder adaptarse a España: “Cuando llegué estaba perdido, porque vienes de un sitio donde la lucha es constante y aquí es todo calma. La gente homosexual puede pasear de la mano pero no era capaz de entenderlo y sentí mucho miedo".

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