Refugiados en Vigo: una historia desde el desarraigo a la adaptación

Seis refugiados y tres miembros de Accem.
photo_camera Seis refugiados y tres miembros de Accem.
La ONG Accem invitó en Vigo a seis refugiados a contar sus historias vitales y el proceso de adaptación a su nuevo país

“En España soy la mora y en el Sahara, la españolita; nacer entre dos culturas, la occidental y la saharaui no me provoca un problema de identidad, pero sí una dificultad a la hora de encajar”. Souadou Mohamed Fadel llegó de niña con su familia huyendo de la precariedad de Tinduf, aunque nunca perdió el vínculo con el campamento de refugiados. “Agradezco a mis padres por enviarme todos los veranos, para mí es mi casa, nunca conocí los territorios libres; iba de las comodidades del primer mundo a comer latas de atún y harina, los envíos de alimentos de los que tanto fardan las potencias, cuando allí no quieren eso, solo necesitan que los reconozcan como Estado”.

Fadel, profesora de español muy crítica con la política de Occidente con respecto a su país de origen, participó ayer en la mesa redonda, organizada por Accem y dirigida por Yosi Ledesma, inmigrante dominicana y trabajadora de la ONG. El encuentro se integró en la programación del Refufest, organizado con motivo del Día Mundial del Refugiado. Los protagonistas, exiliados vigueses de seis nacionales, compartieron sus experiencias.

 

 

Lamarana Bah, graduado en Ingeniería de Minas y Geología y jugador profesional de voleibol, tuvo que huir de su país por su activismo político. Después de pasar por la cárcel, decidió viajar a Europa en patera. “Si pudiera coger un avión lo habría hecho, pero no había forma de conseguir un visado, es mucho más fácil para un europeo volar a África que para un africano entrar en Europa”. Fue un largo trayecto, en el que trabajó para seguir avanzando. “Financié el viaje parando un mes en cada pueblo y empleándome en los puestos más duros, los que nadie quiere, en cada campamento éramos vendidos a otro; todo lo que tenía al salir de mi país, el pasaporte, la documentación, me lo quitaron entre Mali y Argelia”. Finalmente, llegó a Málaga y de ahí lo mandaron a Barcelona, donde estuvo 37 días detenido. Enfermo y sin poder trabajar por no hablar el idioma, se desplazó a Francia para ganarse la vida hasta que llegó el estatuto de refugiado, que estaba obligado a pedir en el país europeo por donde entró. En Vigo desde 2019, Claudia y Raquel de Accem, le enseñaron en seis meses el castellano. “Los trabajadores de la ONG son mi familia, todo lo que conseguí fue gracias a ellos”. Tras pasar por las canteras de Porriño, ahora trabaja en una empresa del Metal.

 

 

Daria Zakharova llegó de Ucrania antes de la guerra. Tuvo muchos problemas para homologar su título de Medicina, más de tres años de burocracia. Ahora sus padres, exiliados por el conflicto bélico, tienen muchas dificultades para integrarse al mundo laboral. “Soy yo la única que puedo trabajar porque ellos no hablan español”. 

Para el escritor venezolano Erasmo Benítez Baquero, los trámites tendrían que agilizarse para garantizar y ser más efectivos una rápida integración. “Tengo unos amigos senegaleses a los que la Xunta les obligó a hacer un curso de fontanería con los exámenes en gallego, cuando ni siquiera hablan español, lo lógico sería darles un curso intensivo de idioma”. Licenciado en Filosofía y Derecho, trabajó en su país como en la Vicaría de Derechos Humanos de la Diócesis de San Carlos. “Tener que esperar un año y medio por un permiso de trabajo conduce a que se trabaje en B, las administraciones tendrían que capacitar a las ONG para que hagan la tramitación, sería más ágil”. Su activismo social y político como concejal le obligó a dejar Venezuela.

Manuel Alberto Cortés Cobos fue director de la Fundación BioLógica en defensa de los recursos naturales en territorios petroleros en Colombia. Su oposición al último proyecto energético en el río Magdalena le sentenció al exilio. “Las empresas pagaron para que sacasen del medio a los activistas, 82 compañeros fueron asesinados”. Su llegada a Vigo no fue fácil. “Tuve que esperar 27 meses por los papeles, con la desesperación me puse en huelga de hambre para presionar, estuve 15 días sin comer”. La lucha ambiental que le llevó a abandonar su país la encontró aquí en Galicia y alerta sobre el proyecto de Altri en el río Ulla. “Adoptaron el estilo hispanoamericano, montar una empresa que arruina el territorio con dinero público y dicen lo mismo que a los campesinos de Venezuela, a quienes les prometían llevarles riqueza como la de los jeques”. Como inmigrante alerta sobre “los afectos y los odios light, son los más peligrosos; la discriminación se combate con información”.

 

 

Rocío Chávez dejó Perú con sus hijos por la inseguridad y la inestabilidad económica. Llegó rondando los 50 y empezó de cero. Graduada en secretariado y logística, hizo un curso de comercio y ahora trabaja en una tienda de Cáritas. Su hija acabó en la Universidad y su hijo comienza un ciclo superior.  “No pude renovar mis estudios en España, por eso ahora me he matriculado en FP; me siento capaz y a todos los que veo desalentados les digo que si se lo proponen, pueden sacar adelante cualquier cosa”, afirma.

Las actividades organizadas por Accem con motivo del Día Mundial del Refugiado, “Refufest”, continuaron con música y artes escénicas en Praza de Portugal y la zona de Churruca.

Te puede interesar