El Celta tiene un pésimo día y cae en Vitoria con justicia (3-0)

Kike García controla el balón ante la presencia del canterano celeste Carlos Domínguez, que volvió a ser titular.
photo_camera Kike García controla el balón ante la presencia del canterano celeste Carlos Domínguez, que volvió a ser titular.

El Alavés goleó con justicia a un conjunto vigués sin juego ni llegada cuyo margen con el descenso depende del Cádiz

Cuando se deseaba que despegase, el Celta volvió a pisar tierra con cierto estrépito. No tanto por el holgado marcador en contra en Vitoria, que también, sino por la forma. El peor encuentro con Claudio Giráldez en el banquillo se saldó con apenas cuatro disparos, cada cual más desviado. Si el colchón de seguridad sigue o no mullido depende de lo que suceda hoy entre Cádiz y Mallorca. El Alavés ya se escapó.

 

 

Cómo gestionar cuando no sale lo que tú quieres. Un lugar común de coaches de tres al cuarto. Llevado al fútbol, esa habilidad para no frustrarse y no tirar por la borda todo el trabajo previo de preparación de un partido cuando lo que tú has previsto que suceda no sucede. O, aún peor, cuando sí pasa lo previsto en el equipo rival pero no los recursos elaborados para contrarrestar y acercar el duelo a lo que tú quieres que suceda. 

Puestos a no querer, el Celta no quería prácticamente nada de lo sucedido en toda la primera parte del encuentro. Porque cierto que tuvo un poco más de posesión, pero poseyó más pobreza que riqueza. Apenas balones en campo propio buscando destino sin suerte. Mientras el Alavés hacía lo que se suponía que iba a hacer: fuerte presión en el centro del campo -sin necesidad de acercarse a la portería de Guaita en esta tarea para evitar espacios entre líneas-, recuperación, balón a una banda y centro sobre el área. Cuando se quiso dar cuenta, el equipo vigués había caído en la trampa y corría detras de los futbolistas locales en los dos carriles. Lo único bueno es que al conjunto vasco le faltó capacidad de remate en el área. 

No fue esa temida ansia de salida la que atropelló los planes celestes. Fue mucho más profundo y tenía mucho que ver con un triunfo en el pulso táctico. El Celta vivió maniatado, con Mingueza intentando líneas casi imposibles y sus compañeros perdiendo casi todos los duelos individuales. Tanto fue así que del equipo celeste no se supo nada en ataque hasta el descuento de esa primera mitad, con un disparo muy desviado de Anastasios Douvikas desde el borde del área.

Antes, el Alavés mereció marcar. Sobre todo en tres acciones concentradas entre los minutos 29 y 36. Las dos primeras en sendos saques de esquina, que proliferaron a favor del bloque local -apenas uno de los célticos-: Kike García y Carlos Vicente no acertaron, el segundo de ellos topándose con Guaita. Y el meta céltico volvió a aparecer en la tercera gran ocasión, con una gran subida de Gorosabel con balón hacia Kike García, que golpeó sin precisión.

Como no salía nada de lo que se pretendía, el descanso cayó bien para el Celta. El marcador había perdonado todos los errores hasta el momento. El técnico celeste, Claudio Giráldez, estuvo menos reactivo que en otras ocasiones y no realizó ningún cambio aprovechando el parón. 

Pero el panorama no mejoró, sino que empeoró. Porque el conjunto celeste concedió dos goles nada más regresar al campo en dos saques de portería del Alavés. Sí, dos saques de portería que dejaron en mal lugar la seguridad defensiva céltica y, más en concreto, de Óscar Mingueza. Mismo guion: balón largo de Sivera ganado en tres cuartos de campo por un jugador del Alavés que prolonga de cabeza, error en la marca de Mingueza y resolución con pase atrás de los locales o error del defensor celeste en el pase hacia portería. Fueron los minutos 47 y 53. Cuando llegó el segundo, ya estaban esperando para salir al campo Williot Swedberg y Luca de la Torre, que acabaron por salir igual.

El Celta de Claudio vivía su peor momento. Sobre todo, porque no se le apreciaba la energía suficiente como para discutir con el marcador. El Alavés pudo echarse unos metros para atrás sin notar que eso comprometía su dominio del partido, que no del balón. Seguía pasando lo que quería el conjunto local y no lo que pretendía el visitante.

Los cambios, con Jailson de central, deberían haber dado más claridad en la búsqueda de los caminos. Sí hubo más presencia en el campo rival, pero las ocasiones e, incluso, los disparos no aparecían por ninguna parte, mientras que Guaita evitaba el tercer tanto del Alavés. Tampoco la salida al campo de Hugo Sotelo y Tadeo Allende -por un desaparecido Douvikas-, primero, y de Miguel Rodríguez, después, dio más presencia con peligro cerca del área vitoriana.

Sin nada que ofrecer por parte céltica, el Alavés hasta pudo sentenciar en una falta lateral que Benavidez cabeceó a gol. Casi mejor, evitaba esperanzas infundadas. Las fundadas pasan hoy por Cádiz. Otra vez.

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